La Fertilización In Vitro (FIV) ha sido considerada el procedimiento universal en el campo de la medicina reproductiva desde 1978 cuando se concibió el primer niño mediante esta técnica.
La tecnología de reproducción asistida en la FIV es un proceso de varios pasos mediante el cual se obtienen óvulos (ovocitos) de los ovarios de la mujer y se fecundan con espermatozoides del esposo o de un donante antes de su cultivo en el laboratorio.
En la FIV clásica, el óvulo y el espermatozoide obtenidos por punción se colocan en un medio nutritivo donde, según la selección natural, el espermatozoide más activo y de mejor calidad ingresa al ovocito. Con el método ICSI, el embriólogo inyecta los espermatozoides seleccionados en el citoplasma del ovocito.
La inyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI) se realiza en los programas de FIV para aumentar la probabilidad de fecundación. El procedimiento consiste en inyectar un espermatozoide en un óvulo mediante una punción bajo un microscopio electrónico con instrumentos especiales. La ICSI se realizó por primera vez en 1992 y es el mejor tratamiento para la infertilidad masculina. La ICSI también puede utilizarse para la infertilidad de causa indeterminada.
Una ventaja innegable del método ICSI es que permite lograr el embarazo deseado en caso de infertilidad masculina incurable. Incluso si los espermatozoides no contienen espermatozoides activos, existen métodos para obtenerlos y utilizarlos para la inseminación artificial mediante ICSI, eliminando así la necesidad de un donante.
Los espermatozoides también pueden seleccionarse mediante biopsia testicular (en caso de espermatozoides de muy mala calidad). Tras un estudio minucioso, el embriólogo selecciona los espermatozoides más viables y sanos. La ICSI permite criopreservar material biológico.
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